"En 1935 mi madre trajo al mundo un hijo, Kaja, y acto seguido a mí, casi como un extra", es la primera frase de Jan Saudek en su biografía, y ése, al parecer, fue el estigma que lo marcó para quedar siempre relegado a segundo término.
Nacido el 13 de mayo de 1935 en Praga, Checoslovaquia, hijo de un judío muy respetado en su comunidad y sobreviviente del campo de concentración de Theresienstadt, Jan fue expulsado de la escuela por su bajo rendimiento a los 15 años de edad y tuvo que entrar a trabajar en un taller estatal de reproducciones. En esa misma época comenzó a tomar fotografías con una cámara Baby Brownie, en la imágenes aparecían familiares de Jan y gente que convivía en su entorno.
My very first picture, Hey, Joe! y The bond of love No. 1, fueron obras muy criticadas por el ambiente artístico de Checoslovaquia. Hay que resaltar que Kaja Saudek, su hermano gemelo, ya destacaba como ilustrador en las artes gráficas de su país, por lo que Jan parecía vivir a la sombra del éxito de Kaja. Pero la importancia de Jan en esa época radica en las imágenes libertadoras, el anhelo de un Estado no represivo y totalitario en el que los personajes lucen despreocupados y atentos al flujo del tiempo, un torrente que se vuelve un muro y les impide salir.
En 1963, Jan se encuentra con el catálogo de la exposición fotográfica The family of man, que se había realizado ocho años antes en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y había sido curada por Edward Steichen. Impresionado por dicho catálogo, Saudek decide representar los estadíos del hombre con imágenes previamente visualizadas por él y puestas en escena; de este modo siguió la tradición del tableau vivant o la pose plastique del s.XVlll. Su fotografía más importante de esa época se titula Life, en la que él mismo fungió como modelo y, además, descubrió que la fuerza de la imagen se encontraba en la relación entre los sujetos que interactuaban en la escena.
Características del trabajo de Saudek
Algo muy característico en la obra de este artista es su extraña negación de la realidad, ya que en sus escenas, delimitadas por un marco espacial importante, reducen a los personajes a un escenario que pareciera oprimirlos, como si no hubiera libertad de movimiento. Dos años después, Saudek comenzó a colorear sus imágenes, lo que le añadió a éstas un aire más irreal.
A diferencia de sus colegas contemporáneos norteamericanos, Joel-Peter Witkin e Irving Penn, quienes también utilizaban el tableau vivant para realizar sus tomas, Saudek no pretendía provocar, como en el caso de Witkin, ni de retratar la realidad, como en el caso de Penn. El trabajo de Saudek es intimista, es el producto de sus visiones al estilo del escritor inglés William Blake, en las que sus modelos se vuelven sus camaradas de juego, se desnudan literal y metafóricamente, y posan para provocar la lente.
De esta manera, el artista afirma: "No tengo la posibilidad de retratar la vida de otras personas. Retrato la mía propia." Es por ello que las imágenes más cautivadoras son aquellas en las que las modelos parecieran establecer un diálogo, una complicidad con el fotógrafo.
Una mirada desde el sótano
Mujeres obesas, mujeres delgadas, estrías, celulitis, pechos caídos y miradas lascivas, son las constantes de Saudek, quien en 1972 comienza a trabajar en el sótano donde vivía. En ese reducido espacio que contaba solamente con una pequeña ventana, su mundo comenzó a configurarse y a edificarse en una paleta colorida que contrapuntea el aspecto mohoso y desconchado de las paredes. Así, transporta su mundo a su propio espacio, es decir, libera su imaginación en su propia habitación, por la que apenas si hay un hueco para ver al exterior.
El sótano de Saudek se ha vuelto el símbolo de su obra fotográfica, en donde sus sueños se hacen presentes y siguen las leyes de su propio mundo, de tal manera que al mirar una de sus obras, el espectador se ve inmerso y tocado por un acto estético que sublima el espíritu humano. Se nota que Saudek le dio la espalda al mundo y se recluyó en su micromundo, al parecer, para evitarse el dolor de una realidad agresiva y mordaz, aunque de vez en cuando se percibe, sutilmente, que el horror se coló por la lente de la cámara, ese que hiere el alma y le deja una impronta al hombre, aunque afortunadamente algunos logran hacer grandes obras de arte a parir de sus heridas.